Grupo de Coros y Danzas «Francisco Salzillo» de Yecla

Para un adecuado conocimiento de la música en Yecla, resulta necesario abordar aquellas manifestaciones que emergen y se difunden de manera popular o tradicional. En los más diversos contextos, el pueblo yeclano utilizó la música para divertirse o expresar distintos sentimientos. Esas composiciones se han transmitido de forma oral y conservado a través de los siglos, sin conocimientos teóricos muchas veces, hasta convertirse en indiscutibles señas de identidad de una fiesta o de toda una ciudad. Entonar el Stabat Mater, por ejemplo, nos remite a la Procesión de la Soledad de la Semana Santa yeclana.

Las piezas musicales emanadas y moldeadas en el seno forman parte de lo que se denomina folclore, es decir, canciones de carácter popular o tradicional recuperadas de un pasado ya lejano. En este punto, Yecla atesora una enorme riqueza que refleja los diversos avatares y las más variadas influencias de otros territorios, en virtud de su estratégica situación geográfica. El tránsito entre la meseta y el levante, así como entre el sur y el norte en la zona oriental de la península, tuvo su repercusión en la música popular que recogió esas influencias y las moldeó según el carácter del pueblo que las albergó.

A ese patrimonio musical pertenece el fandango, la jota o las enredás que heredaron o evolucionaron desde otros testimonios más antiguos como las seguidillas, a la vez que incorporaron los influencias de otros bailes o danzas, como el bolero. La mayor parte de estas piezas fueron recuperadas tras la Guerra Civil, entre los años 1939 y 1940 de manos de las mujeres que después fundarían el Grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina. En este punto, Yecla contó con una colaboración privilegiada puesto que la música de esos antiguos bailes fue recogida y llevada a la partitura por don José Ortuño Ortuño, como quedó patente en la Historia de Yecla de Fausto Soriano Torregrosa, publicada en 1950. Estas piezas forman parte de la identidad yeclana, sin lugar a duda, y han servido para difundir la imagen de nuestro pueblo dentro y fuera de las fronteras nacionales. Su divulgación, aunque comenzó con los Coros y Danzas, se materializó a través de los primeros vinilos del coñac Fundador, en 1966, o la recopilación de la Asociación Provincial “Francisco Salzillo”, en 1978.

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Estas piezas han sido una constante fuente de inspiración para las más diversas composiciones, como pasodobles, que se han popularizado en diversas fiestas locales. Junto a ellas, existe también un rico legado de villancicos, romances, mayos, juegos infantiles, nanas, etc. que demuestran el apego de cualquier sociedad hacia la expresión de sus sentimientos mediante la música. Entre todas ellas, no se puede olvidar mencionar los cantos de auroros, considerados uno de los más antiguos testimonios musicales de nuestra ciudad. Existen teorías que los datan alrededor del siglo VI y los vinculan con los cantos bizantinos, advirtiendo influencias judías y árabes en algunos de sus elementos.  No obstante, su forma no se consolidó hasta llegar al siglo XVI, unidos a la devoción mariana. José Ruiz Molina y José Manuel Gil Ortuño han estudiado estas composiciones musicales y han advertido las coincidencias con otros cantos similares en otras zonas bañadas por el mar Mediterráneo.

Libro Auroros

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